Llorar, enojarse o tener miedo no es el problema. Ignorar esas emociones, sí lo es.
¿Cuántas veces escuchamos frases como estas?
- “¡No llores por eso!”
- “Eso no es para tanto”
- “No te pongas así”
- “Estás exagerando”
Seguramente muchas. Y tal vez, sin querer, también las hemos dicho.
El problema no es la intención. Es que esas frases invalidan la emoción del niño. Le dicen, aunque no lo sepamos: “Lo que sientes no está bien. No deberías sentir eso.”
Y eso duele. Y desregula. Y desconecta.
🌊 Las emociones no se controlan. Se acompañan.
Todas las emociones son legítimas. TODAS.
Incluso las que nos incomodan: la rabia, la tristeza, el miedo, la frustración…
Una emoción no es peligrosa. Lo peligroso es no saber qué hacer con ella.
Cuando los adultos castigan, minimizan o ridiculizan lo que los niños sienten, no les enseñan a “ser fuertes”. Les enseñan a reprimir, desconectarse o esconderse.🧠 ¿Qué pasa en el cerebro cuando acompañamos bien una emoción?
Cuando un niño llora o se frustra y un adulto le presta calma, escucha y contención, su cerebro empieza a registrar algo muy poderoso:
“Sentir es seguro cuando alguien me acompaña.”
El adulto funciona otra vez como “cerebro prestado”: le ofrece palabras cuando el niño no las tiene, lo regula cuando él solo no puede, y le muestra que sus emociones pueden expresarse sin hacer daño.
Ese aprendizaje se graba profundamente en la memoria emocional. Y con el tiempo, el niño podrá hacer por sí mismo lo que tú le enseñaste acompañándolo.💬 Frases que calman (en lugar de invalidar)
🔹 “Veo que estás muy triste. Estoy aquí contigo.”
🔹 “Sé que esto te enoja mucho. Puedes estar enojado. Vamos a respirar juntos.”
🔹 “Tienes derecho a sentirte así. No estás solo.”
🔹 “No entiendo exactamente lo que sientes, pero quiero ayudarte.”
🔹 “Puedes llorar. Estoy aquí para sostenerte.”
👣 ¿Cómo se ve esto en la vida real?
Aquí algunos ejemplos cotidianos, breves y muy comunes:
- Tu hijo grita porque no quiere vestirse: en lugar de forzar, te agachas, lo miras a los ojos y dices:
“¿Estás molesto? Podemos hacer esto juntos.” - Tu hija se frustra con la tarea y rompe el papel: en lugar de regañar, tomas una pausa y dices:
“Te entiendo. A veces a mí también me dan ganas de romper cosas cuando algo no me sale.” - Tu hijo llora porque se cayó y tú, en vez de decir “no fue nada”, le dices:
“Sí, eso dolió. Te veo.”
🟡 Pero aquí viene lo importante:
A veces, por más respetuoso y amoroso que seas, tu hijo seguirá gritando, seguirá sin querer vestirse, o seguirá frustrado.
Y eso no significa que lo estás haciendo mal.
Eso significa que estás entrenando tu constancia, tu regulación y tu presencia.
Aprender a gestionar sus emociones no es inmediato.
👉 Los niños necesitan ver muchas veces tu calma para que su cerebro registre ese patrón.
Y tú también estás aprendiendo. No todo saldrá bien a la primera.
El reto está en que te mantengas firme, respetuoso y conectado incluso cuando no veas resultados inmediatos.
🎒 Por eso tendrás a tu disposición recursos digitales, herramientas prácticas y guías que te ayuden a sostener esta práctica con confianza, creatividad y paciencia. Porque acompañar emociones es una habilidad que se construye, y tú no estás sola/o.
🧍️♂️ Acompañar no es permitir todo
Validar la emoción no significa permitir cualquier conducta.
Puedes decir:
💬 “Entiendo que estás frustrado, pero no puedo dejar que rompas cosas.”
💬 “Sé que querías más tiempo, y eso te enoja. Aun así, tenemos que irnos.”
Puedes sentir todo lo que sientes. Y yo te ayudo a vivirlo con respeto.
🧰 Cuando no acompañamos, dejamos una huella… y cuando sí, también
Un niño que crece sin acompañamiento emocional, aprende que sentir es peligroso.
Un niño que crece con validación y contención, aprende que puede sentir, puede expresarse y también puede calmarse.
Esa es una herencia emocional que dura toda la vida.