El cerebro de un niño no es un «mini cerebro adulto», sino una estructura en constante crecimiento y transformación. Comprender cómo se desarrolla permite a padres y cuidadores acompañar a los niños desde una crianza respetuosa y basada en la neurociencia.
Una forma sencilla de entender este proceso es a través de la teoría del cerebro triuno de Paul MacLean, que explica cómo el cerebro humano evoluciona en tres niveles:
- Cerebro reptiliano (0-2 años): Es la parte más básica y ya está desarrollada al nacer. Se encarga de funciones automáticas como la respiración, los reflejos y la supervivencia.
- Cerebro límbico (desde los 3 años): Es el centro de las emociones, la memoria y el apego. Su maduración continúa durante la infancia y adolescencia, lo que explica por qué los niños aún necesitan apoyo para gestionar sus emociones.
- Neocórtex (madura entre los 25 y 30 años): Responsable del pensamiento lógico, la planificación y el autocontrol. Es la última parte en desarrollarse, lo que significa que los niños y adolescentes aún están aprendiendo a razonar y regular sus impulsos.
Etapas clave del desarrollo cerebral
1. Primeros años: Construcción de conexiones neurales
Desde el nacimiento hasta los 3 años, el cerebro crece rápidamente y las conexiones entre neuronas se multiplican a gran velocidad. En esta etapa, la relación con los cuidadores es clave, ya que el afecto y la seguridad fortalecen el desarrollo de la confianza y el apego.
El experto en neuroeducación Rafael Guerrero destaca que los niños aprenden a autorregularse a través del vínculo con sus cuidadores.
Implicaciones para la crianza:
- El contacto piel con piel y la respuesta sensible a las necesidades del bebé fortalecen su seguridad emocional.
- Las experiencias sensoriales, como hablarles, cantarles y abrazarlos, favorecen el desarrollo del lenguaje y la conexión social.
- La conexión emocional con el cuidador es la base para un adecuado desarrollo de la autorregulación.
2. Infancia temprana: Desarrollo de la regulación emocional
Entre los 3 y 7 años, el cerebro sigue desarrollándose, especialmente la corteza prefrontal, que ayuda en el autocontrol y la toma de decisiones. Sin embargo, como esta área aún no está madura, es normal que los niños tengan dificultades para manejar sus emociones y necesiten la guía de los adultos.
Según la Dra. Becky Bailey, creadora del enfoque Conscious Discipline, los adultos deben ser el «cerebro prestado» del niño, ayudándolo a regular sus emociones hasta que pueda hacerlo por sí mismo. Esto significa responder con calma y empatía, en lugar de castigar o ignorar sus emociones.
Implicaciones para la crianza:
- No se debe esperar que los niños «se calmen solos»; necesitan la co-regulación de los adultos.
- Las rutinas y límites claros ayudan a estructurar el pensamiento y generar seguridad.
- Las rabietas no son manipulación, sino una expresión de inmadurez en la regulación emocional.
- Las estrategias basadas en el juego y la empatía son clave para acompañar la regulación emocional en los primeros años de vida.
Entre los 7 y 12 años, el cerebro sigue madurando, y los niños comienzan a mejorar su planificación y autocontrol. Aun así, su corteza prefrontal no está completamente desarrollada, por lo que pueden actuar impulsivamente en algunas situaciones.
Implicaciones para la crianza:
- Es un buen momento para fomentar la autonomía en la resolución de problemas.
- Se pueden enseñar estrategias para manejar la frustración y tomar decisiones de manera reflexiva.
- La empatía sigue en construcción, por lo que requieren modelado y guía constante.
- Respetar las diferencias temperamentales de cada niño ayuda a adaptar las estrategias de crianza de manera individualizada.
Durante la adolescencia, el cerebro pasa por una «poda sináptica», donde elimina conexiones neurales innecesarias y fortalece las que más se usan. Esto explica los cambios de humor, la búsqueda de independencia y la necesidad de experimentar.
Implicaciones para la crianza:
- Aunque parezcan autosuficientes, los adolescentes aún necesitan la guía y la contención emocional de los adultos.
- La comunicación abierta y el respeto son clave para mantener el vínculo.
- Se recomienda fomentar el pensamiento crítico y la toma de decisiones responsables.
- Comprender los cambios cerebrales permite acompañar a los adolescentes con mayor paciencia y empatía.
La crianza basada en el neurodesarrollo nos ayuda a entender que los niños no “se portan mal” a propósito, sino que actúan según el nivel de madurez de su cerebro. Los psicólogos Stella Chess y Alexander Thomas estudiaron el temperamento infantil y demostraron que cada niño nace con características del temperamento únicas, lo que influye en cómo afronta los desafíos y gestiona sus emociones.
Por eso, en lugar de castigar, es importante acompañarlos con empatía, establecer límites claros y enseñarles a manejar sus emociones de forma respetuosa y acorde a sus necesidades individuales.