“Grita, llora, patalea por cualquier cosa”
“No lo soporto más, parece que todo lo hace para molestarme”…
Si alguna vez pensaste esto (o lo dijiste), no estás sola, no estás solo. Las rabietas son uno de los momentos más desafiantes de la crianza. Pero también son una oportunidad para mirar más allá del comportamiento y conectar con lo que realmente está pasando: un cerebro inmaduro que necesita ayuda.
(Según la teoría del cerebro triuno de Paul MacLean)
Para entender una rabieta, primero tenemos que entender cómo funciona el cerebro en desarrollo. Según Paul MacLean, nuestro cerebro está compuesto por tres niveles evolutivos:
- 🦎 Cerebro reptiliano: Es el más primitivo. Controla funciones básicas como respirar, dormir, o reaccionar ante amenazas.
- 💓 Cerebro límbico: Es el centro emocional. Regula los vínculos, las emociones y las respuestas afectivas.
- 🧠 Corteza prefrontal (neocórtex): Es la parte más evolucionada. Aquí viven la lógica, la empatía, la planificación, la reflexión y la autorregulación.
👉 Pero aquí está la clave: en los primeros años de vida, el neocórtex aún no está desarrollado completamente. Esto significa que los niños pequeños no pueden autorregularse por sí mismos, porque todavía no tienen acceso pleno a esa parte del cerebro.
Cuando tu hijo tiene una rabieta, no puede pensar ni calmarse solo, no porque no quiera, sino porque literalmente no puede. Su cerebro emocional y su cerebro de supervivencia están al mando, y reaccionan con lo que tienen: gritos, llanto, pataletas o huida.
Y aquí entra un concepto esencial: el adulto como “cerebro prestado”.
Cuando tú te mantienes en calma, no gritas, no castigas, sino que acompañas con firmeza y afecto, estás prestándole a tu hijo lo que su cerebro aún no tiene: regulación emocional, contención y estructura.
Cada vez que lo haces, le enseñas cómo se hace. Poco a poco, con tu ayuda, su cerebro irá madurando y será capaz de autorregularse por sí solo.Aquí algunas claves prácticas para esos momentos:
- Regula primero tu propio estado. Tu calma es la base. Si tú te desbordas, no puedes ayudar.
- Valida lo que siente: “Estás muy enojado porque querías seguir jugando”, “Es difícil cuando las cosas no salen como queremos”.
- Sostén el límite con firmeza y cariño: “No voy a dejar que pegues. Estoy aquí para ayudarte a calmarte”.
- No trates de razonar en medio del caos. El niño no puede escuchar ni entender cuando está desbordado. Espera.
- Ignorar por completo (puede sentirse abandonado emocionalmente).
- Minimizar o ridiculizar (“¡Otra vez con tus shows!”, “Eso no es para tanto”).
- Castigar o amenazar (“Si sigues así te quedas sin…”). Esto genera miedo, no aprendizaje.
Exigir que se calme ya. No puede. Su cerebro no está listo para eso sin tu ayuda.
Las rabietas no son un error de crianza. Son una parte natural del desarrollo. Y tú, como adulto, tienes el privilegio de ser su guía emocional.
Acompañar una rabieta con respeto no significa ceder. Significa darle el sostén que su cerebro necesita para crecer fuerte, seguro y conectado.
🧠 En el próximo artículo: “Límites con amor: firmeza no es rigidez”
Y muy pronto: una guía descargable completa con herramientas para acompañar emociones, límites y rabietas desde el respeto y el neurodesarrollo.